La bola roja de demolición - comunistas vs viviendas capitalistas, Parte 2: Este es el partido de los camaradas; los otros son los partidos de los patrones”

Esto es la segunda parte de una serie reimpresa y un poco editada del Periódico Comunista Diario Obrero, en septiembre-octubre, 1932, escrita por un comunista famoso Mike Gold.

Se refieren a los obreros aquí como negro en vez de “negro (despectivo en inglés)” para reflejar nuestros principios antirracistas al igual de los cambios lingüísticos que ocurrieron en las décadas de luchas de clase antirracistas.

Los comunistas tienen una historia larga de lucha en contra de ataques racistas en nuestra clase. Una guerra como estas era la de propietarios y evicciones. En los tempranos 1930s, durante la segregación de Jim Crow, la gran depresión con un record de niveles de desempleos que hundieron la clase obrera – particularmente la clase obrera viviendo en el centro industrial urbano – a una pobreza más profunda y desolación, el Partido Comunista en EE.UU. (PCUSA) estaba combatiendo la revolución dentro de las fronteras de EE.UU. Este periodo fue la era de oro del combate consciente de clase cuando las ideas comunistas eran populares y se tomaron las imaginaciones de la clase obrera. Bajo el liderazgo de PCUSA, los obreros organizaron consejos de vivienda militantes, sindicatos de arrendatarios que guiaron acciones audaces que debilitaron el poder de propietarios glotones.

Hoy nuestra clase está en un periodo diferente marcado por una volatilidad aumentante. Nos ahorca la inflación de record alta, aumentos de arriendos, escalas de precios de comida agravados por salarios estancados, alto desempleo, y una crisis de evicción empeorada por una pandemia global que aun esta enfurecida. Aunque PCUSA aún es un caparazón de lo que era, descomponiéndose a un partido sin dientes, reformista, su historia aun es tan valiosa como lo era en el 1932. Esta serie resalta esta lucha antirracista revolucionaria y contiene granos de sabiduría de la clase obrera.

Miles se unen alrededor de las escenas de desalojos, y mira el consejo voluntariado para arrastrar muebles. Al principio, el gentío parece solo observadores casuales y neutrales. Pero en lo que llega la policía, y comienza su balaceo usual asesino, los manifestantes se vuelven beligerantes de una. Abuchean, rechiflan e incluso apedrean los pandilleros en uniforme. El corazón del lado sur esta con un consejo.

Todo el mundo en el lado sur conoce y se simpatiza con el trabajo de los consejos. Se ha penetrado en todas partes. En un asadero, cinco conductores de camiones estaban almorzando, devorándose platos grandes de costillas de cerdo. Los escuche hablar; estaban discutiendo el editorial de esa mañana del Diario Obrero sobre Alemania. En una silla de madera se sentaba un grupo de hombres altos sin trabajo y sus esposas. Un gigante en overoles jugaba con una guitarra; otro estaba leyendo en voz alta el titulo serio al grupo de un panfleto de Lenin.

Hay varios parques en el lado sur donde tienen reuniones enormes diariamente. Allí comunistas hablan todos los días a manifestantes de un promedio de dos a cinco mil, toda la tarde hasta las 10.

La reunión iba a comenzar a las tres. Pero al menos 500 obreros negros ya se habían reunido a las dos en punto descansando en las sillas alrededor de la tarima del orador o discutiendo en grupos bajo los árboles.

Muchos de ellos duermen y comen allí. No tienen otra casa. “¿Camarada, le sobra un cigarrillo?” Es una mujer gordita pequeña en un saco gris quien pregunta. Tiene “las Nuevas Masas” y el “Comunista” mensual bajo su brazo. En su otro brazo se sienta su infante de ojos cafés.

Bajo el árbol de olmo cincuenta obreros de la planta de acero están hablando, gritando y discutiendo con risa homérica. Un hombrecillo gordo con lentes cómicos era la base de sus chistes. Todos tratan de callar sus discursos apasionados. Él es un orador, me dicen, y cada día viene acá para ganarse de vuelta parte de su rebaño desvanecido. Antes le temían, respetaban y le daban un boleto para el cielo, ahora se ríen de este hombrecillo sudado.

“¡Consígase las Noticias de Moscú, el papá de todos los periódicos de los obreros!” Eso fue lo que grito un hombrecillo de color café en una camiseta amarilla y un gorro usado de yate. Es un vendedor de periódico, con una línea de conversación que divierte al gentío, y hace que lo compren. “Consiga acá el buen Diario Obrero, y aprenda sobre el mundo en el que vive! ¿Cómo puede hablar sobre la revolución, si no leen sobre ella? ¡Siempre esto leyendo, y le puedo decir lo que está sucediendo en Alemania este minuto! ¡Lea, lea, lea y crezca un cerebro proletario! ¡Si tuviera dinero, lees pagarían para que leyeran, amigos obreros! ¡Consigan munición en contra de la clase patronal! ¡Consiga la foto de Rusia Soviética, o algunos de estos panfletos y aprenda la verdad de los obreros!”

“El Partido Camarada”
En una de las sillas se sienta una mujer vieja que me fascina. Tiene una cara seria, misteriosa, como un indígena mayor, en su ruana vieja y gorro parece un disfraz como de bruja. Se sienta allá como la fe y fuma de una pipa grande. Por toda la reunión más tarde la podía ver. Escucho y fumo seriamente de su pipa. En la pierna de esta vieja abuela fuma pipa tenía el Diario Obrero.
Padres, madres y abuelas del sur profundo y un montón de niños – todas las generaciones estaban en el foro. Este comunismo se ha convertido en una cosa de amigos. Se han tomado el comunismo y lo han traducido a su propio idioma.

“Para esta causa estoy lista a comer pedazos de maíz y dormir en los cultivos de maíz. Dijo un negro Viejo.

“Este es el partido de camaradas; los otros son los de los patrones.”

“Somos negros amamos nuestro partido, porque significa libertad.”

“Del este al oeste, del norte al sur, las noticias siguen, y como madre, el negro está corriendo bajo las alas de nuestro partido de camarada.”

“Si debemos morir, moriremos por el Comunismo y una gran causa, no como perros atorados.”

Después que los comunistas hablaron en el parque de Ellis por algunos meses, siete iglesias entraron en bancarrota. Los padres se volvieron delgados e indignantes, y viendo las chuletas de este mundo desaparecer y el cielo acercarse a sus personas, se quejaron agriamente con la policía. Siguió otra historia, por su puesto. Se determinó prohibir hablar en el Parque Ellis.

Pero los comunistas tuvieron una reunión. Un líder sensible joven y audaz, Herber Newton, estaba hablando cuando llegaron los pandilleros policías. El subió el árbol de olmo, hablando de sus ramas. Algunos de los asesinos uniformados trataron de subir tras de ellos, pero sus panzas interfirieron. Fue cómico, y la gente rio.

Después varios policías sacaron sus armas y las apuntaron a la manifestación. La gente no se movió, nadie salió corriendo, todos abuchearon y gritaron, “!quédate allí camarada Newton, estamos aquí contigo!” Un policía disparo. Instantáneamente le llovió piedra y rocas encima a los policías. Después Newton bajo en vez de darle a la policía “justificación” por asesinarlo. Él se sometió al arresto, pero gano la pelea; las charlas continúan en el Parque Ellis.